miércoles, 26 de septiembre de 2007

Elegir

Se ha dicho mucho acerca de las elecciones que se nos presentan. Lo más cómodo es que otros decidan por nosotros. O que nos muestren pocas opciones y nos digan los pros y los contras de cada una de ellas. Pero para algo tenemos la cabeza (amén de para comernos el tarro de vez en cuando con otras cosas realmente más banales).

Otro aspecto a tener en cuenta es en función de qué seleccionamos la opción que sea. Para nosotros es obvio que será la mejor. O, al menos, la que mejor se acomode a nosotros.

En mi situación, primero pensé en el contenido de la optativa (aquella asignatura que debes escoger entre varias para cubrir un número de créditos y de la que pocos esperan sacar provecho en un futuro). Después pensé en las horas que suponía y cuándo (primer o segundo cuatrimestre, meses y días) y en la evaluación (por asistencia, trabajos, exámenes, ...).

La optativa que yo había elegido, recomendado por otros compañeros de cursos superiores; pintaba muy bien. Sí, “había elegido”: no he podido cogerla.

Lo peor de elegir es que cuando por fin te hayas decidido te digan que esa opción ya no está disponible. Por ejemplo si en una heladería hacen determinado sabor que te encanta pero un día se les acabó y te ves obligado a coger otro que no te entusiasma tanto. En mi caso, porque el número de alumnos había alcanzado el tope. Por eso siempre hay que tener un plan B.

Barajaba otras tres optativas. Y ahí, habiendo descartado una por el contenido; entre las otras dos, siento reconocerlo, fue decisivo que hubiera que hacer un trabajo en común. ¿Quién cogería esa optativa? ¿Alguien conocido? ¿Me costaría ponerme de acuerdo con otras 2 o 3 personas? ¿Y todo eso para aprobar? Y alguna pregunta más.

Un día después de matricularme, un profesor de la optativa con el trabajo en común manda un correo recordando que tiene una optativa y que cada vez se le da más importancia. Tarde. Pero quién sabe si otro año la cogeré.

Quién sabe si lloverá esta tarde.

No hay comentarios: