lunes, 6 de febrero de 2012

Superstición

Se me rompió un espejo. En mayo de 2004. Lo guardaba hasta hace unos días. No soy supersticioso, era como un recuerdo. Tal vez lo guardase como amuleto, quién sabe, el subconsciente muchas veces nos sorprende. Tras el Examen MIR tocó mudarse otra vez y liberarse de algunos pesos.

Hagamos cuentas. Aunque, primero en el armario, luego en una estantería y finalmente en un cajón; ese espejo roto me acompañó 7 años y 8 meses. Suspendí el último examen de carrera el 31 de mayo de 2011 y fui a julio. Quizás fuera ésa la última mala suerte que produjo. Pero como no hay mal que por bien no venga, la positivo de ir a julio fue empezar con ganas en la academia preparando el examen y estar muy alto de ánimos. Aunque algún compañero me advirtió de que ya me cansaría y tuve mis días flojos, en general creo que lo llevé bien.

Les conté a mis padres la Historia del espejo. Estuvimos de acuerdo en que debía tirarlo. Yo dije que debía haberlo roto en mayo del año pasado y, a lo mejor así, librarme ya de toda la mala suerte posible. Es broma. Como decía Ariel Rot en Colgado de la luna: Que pase lo que tenga que pasar, la sangre llega al río, pero el río lleva al mar.

En realidad, me gusta el reto de las supersticiones. He viajado en martes 13, pasado por debajo de escaleras de madera, no he tirado sal por encima de mi hombro izquierdo si he derramado algo, ... En cambio, debo reconocer que, en pos de la buena suerte, he tocado madera.

Por cierto, me niego a pensar que haya tenido 7 años de infortunios en mi vida universitaria. Los buenos momentos suman mucho más que los malos.


Imagen de aquel miércoles 14 de febrero de 2007 en Clermont-Ferrand.