Un nudo en el estómago. Incluso ha comido sin ganas. La imposibilidad de concentrarse a lo largo del día. Suspiros. Frases cortas para no perder el aliento. Y otro suspiro. Esta tarde las lágrimas ya habían empañado sus ojos. Aún no habían llegado a correr por sus mejillas. Pero, tiempo al tiempo, pensó.
Su dicha, sus sonrisas, las felicitaciones, esconden lo que a sí mismo no puede esconderse. Incluso hipa, como con aquella película que vieron juntos que al final resultó ser un drama, aunque buena. Y se obliga a razonar, una vez más, que no pasarán ni tres días cuando vuelva a ver a algunos de ellos. Pero no puede evitarlo.
Tal vez no quiera. Tal vez piensa que le sirve de terapia. ¿De qué? se pregunta. ¿Acaso para aliviar ese nudo en el estómago? Apenas. Y esboza una sonrisa pensando que precisamente cuando su lágrima es más acuosa que nunca no lleva lentillas.
Se alegra por ellos, por supuesto. Pero todos somos algo egoístas en nuestro fuero interno. Y le habría gustado que las cosas siguieran como hasta ahora. Pero las cosas no son siempre igual. A veces los cambios fortalecen las relaciones.
lleva diciendo una chica todo el curso porque tiene a tres amigas fuera (dos de Séneca y una de Erasmus). Supongo que así será. Pero, mientras tanto, no puede evitarlo.
La distancia no borra, refuerza