jueves, 27 de marzo de 2008

27 de marzo

Existen varias hipótesis sobre los orígenes del teatro, cuyo Día Mundial es hoy, 27 de marzo, pero parece ser que la más estimulante tiene forma de fábula:

"Una noche, en tiempo inmemorial, un grupo de hombres se habían reunido en una caverna para calentarse en torno a un fuego y contarse historias. Cuando, repentinamente, uno ellos tuvo la idea de levantarse y de utilizar su sombra para ilustrar su relato. Al ayudarse con la luz de las llamas, hizo patentes sobre las paredes de la cueva a unos personajes de tamaño mayor que los naturales. Los otros, deslumbrados, reconocieron en las sombras al poderoso y al débil, al opresor y al oprimido, al dios y al mortal."


Lo siguiente es de Robert Lepage, hombre de teatro.

Hoy día, la luz de los proyectores sustituye a la fogata inicial y la maquinaria de escena, a las paredes de la caverna. Y con todo respeto a algunos puristas, esta fábula nos recuerda que la tecnología es la causa incluso del teatro y que no debe percibirse como una amenaza, sino más bien como un elemento enriquecedor.

La supervivencia del arte teatral depende de su capacidad para reinventarse integrando nuevas herramientas y nuevas lenguas. ¿Si no, cómo el teatro podría seguir siendo el testigo de todas las grandezas y de lo que está en juego en su tiempo y, al mismo tiempo, promover el acuerdo
entre los pueblos, si él mismo no demostrara apertura? ¿Cómo podría jactarse de ofrecer soluciones a los problemas de la intolerancia, la exclusión y el racismo, si, en su práctica propia, se negase a todo mestizaje y a toda integración?

Para representar al mundo en toda su complejidad, el artista debe proponer formas e ideas nuevas, confiando en la inteligencia del espectador, que es capaz así mismo de distinguir la silueta de la humanidad dentro del perpetuo juego de luces y sombras. Es cierto que jugando mucho con el fuego, el hombre corre el riego de quemarse, pero así alberga también la esperanza de convencer y de iluminar.


Y, siento decir, que lo tuve que oír en la radio para darme cuenta de que era hoy, 27 de marzo. No soy hombre de teatro, ni siquiera un hombre o 'del teatro', dentro de mí sólo hay un niño al que le encanta narrar historias, adoptar distintos papeles, para así comprender diversos personajes. Y, cada año, intento construir algo de teatro.

Es más, tal vez dentro de mí haya un hombre que no sólo sueña teatro, si no que lo construye. Eso sí, con ayuda de un puñado de amigos. A todos ellos (aunque no leen esto) gracias por nuestro mutuo aguante y nuestras ganas.

domingo, 2 de marzo de 2008

Ambigüedad

Ambiguo, gua. (Del lat. ambigŭus).
1. adj. Dicho especialmente del lenguaje: Que puede entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones y dar, por consiguiente, motivo a dudas, incertidumbre o confusión.
2. adj. Dicho de una persona: Que, con sus palabras o comportamiento, vela o no define claramente sus actitudes u opiniones.
3. adj. Incierto, dudoso.

Anteanoche me dijeron, más o menos, que la imagen que se ve de mí es de cierta ambigüedad. Que no saben si me acerco como amigo o queriendo algo más. Por lo visto, genero cierta indecisión o, digamos, inseguridad, puesto que parece ser que no dejo claro lo que quiero.

Y yo me pregunto, ¿acaso sé lo que quiero? Y, si sé lo que quiero (que son muchas veces pero no todas), ¿no puede ser indecisión por mi parte en cuanto a la respuesta que puedan darme? ¿No puede ser que no sepa cómo abordar determinadas situaciones aunque sepa lo que quiero?

Somos humanos y, por eso, razonamos. Personalmente, a veces creo que demasiado. De hecho, aquí estoy, reflexionando y escribiendo. Alguna vez, en cambio, me han tachado de ‘lanzado’, pero creo que han sido las menos. Otro historia es si de verdad se me puede decir ‘lanzado’ por dejar las cosas claras. ¿Dónde está el término medio?

Podemos estar seguros de muchas cosas. Por ejemplo, de lo que desayunaremos, de si nos gustó una película, de si nos sienta bien este o aquel abrigo. Pero hay cosas que no dependen de nosotros únicamente.

Se pueden dejar caer algunas cosas como que ‘estamos libres’. Pero llega un momento en que hay que incidir o decirle a la otra persona que ‘qué buenos amigos somos’. Imaginemos, por un segundo (esto de ser 70% optimista...), que la otra persona era aún más indecisa que nosotros y simplemente ha sonreído ante la decena de cosas dichas a lo largo de varios encuentros.

Este puede ser el principio de una hermosa amistad. La próxima vez (y esto parece un propósito del nuevo año) tendré claro lo que quiero y lucharé por ello, aunque pierda la dignidad, si la tengo.