miércoles, 30 de diciembre de 2009

Inventario del año

Hacer inventario es una expresión muy oída en determinadas épocas del año. ¡Ay cuando a una empresa le toca hacer inventario! Una amiga salía a las 22h. del trabajo si le tocaba. Y eso es ineludible.


Según la rae, inventario:
(Del lat. inventarĭum).
1. m. Asiento de los bienes y demás cosas pertenecientes a una persona o comunidad, hecho con orden y precisión.
2. m. Papel o documento en que están escritas dichas cosas.

Y nos dirige a libro de inventarios:
1. m. Com. Aquel en que periódicamente se han de hacer constar todos los bienes y derechos del activo y todas las deudas y obligaciones del pasivo de cada comerciante, persona natural o jurídica, y balance general de su giro.

Es decir, casi nada. En la empresa donde trabajaba aquella amiga creo recordar que lo hacían en abril. Aunque ahora me suena septiembre. Bueno, lo que quería decir es que no es obligatorio que sea Nochebuena o Navidad para hacer inventario. Eso sí en televisión no hay escapatoria. Hace una semana que ya se emitió un resumen de las noticias más importantes del año ¿Y si pasa algo gordo hoy? ¿Harán un remake?

En los medios parece que no queda otra que seleccionar la imagen del año, la frase del año (recordemos aquel "¿Por qué no te callas?"), el diputado del año, la noticia del año, el coche del año, el producto del año, la película del año, ... y así sucesivamente. Y la locución 'del año' ha hecho que dé con esta entrada de un blog: http://lamediahostia.blogspot.com/2009/12/elige-al-hijo-de-puta-del-ano-2009.html

En vez de disfrutar de unos días de la familia o del trabajo (¿disfrutar y trabajo en la misma frase? vaya) o de los amigos o de un viaje a Yucatán (por ejemplo) o todo junto (y a poquitos) debemos dedicarnos a pensar qué nos marcó y a elaborar una lista de propósitos para el próximo año.

¿La imagen de esta entrada? Una "del año". De acuerdo, es la segunda imagen que sale al poner 'del año' en google: el calendario celta o rueda del año.

Un saludo, y feliz año nuevo, a todo el que pase por aquí.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Llorar

El otro día vi llorar a dos personas. Y sin esperarlo.

La primera, en el autobús. Me senté frente a una chica que tendría mi edad, más o menos. Por sus mejillas corrían ya algunas lágrimas. La miré, con mis auriculares puestos, y me devolvió la mirada. No se escondió. La sostuve un par de segundos y la esquivé. Miré hacia el cristal, pensando que era un momento íntimo que no tenía derecho a usurpar.

Se enjugó las lágrimas un poco, sin brusquedad, con el puño de su jersey, que sobresalía de la manga de su abrigo. Una gruesa bufanda de tonos rosas con dibujos blancos le caía despreocupadamente desde el cuello hasta por debajo de las rodillas. Parecía querer ir al suelo, pero a ella no le importaba. Unos minutos después, seguía preguntándome la razón de su pesar. Se bajó antes que yo. Y la sensación de despreocupación por todo, salvo por lo que la hacía llorar; fue más notoria, pues la mujer que iba a su lado le colocó su bufanda sobre su hombro derecho, al estar a punto de pisarla o de arrastrarla.

La segunda, en el hospital. Unos 60 años, 1'80 y pico de altura, 110 kg. No te imaginas que vaya a romper a llorar un hombre así. Pero así fue. También de repente. La familia a veces consiga que lloremos. Un disgusto grave con su hijo, el pequeño y el único varón. Una situación difícil en el trabajo: no tiene a nadie que le ayude con las ovejas y, estando en el hospital, nadie las está cuidando bien Y un médico que se interesa por su bienestar.

El control de su diabetes había sido deficiente estos meses. Al preguntarle el doctor si algo le ha preocupado, reconoce que sí. El hombre duda. El doctor le pregunta si quiere contárselo y aquel accede. El disgusto del hijo y su situación hace que se desborde. Parece que le da pena que le veamos así, pues se cubre la cara con la mano derecha. Solloza. Conteniéndose. Que esté descalzo le hace parecer más vulnerable. Le han ingresado esta mañana y aún no le han traído zapatillas.