jueves, 3 de diciembre de 2009

Llorar

El otro día vi llorar a dos personas. Y sin esperarlo.

La primera, en el autobús. Me senté frente a una chica que tendría mi edad, más o menos. Por sus mejillas corrían ya algunas lágrimas. La miré, con mis auriculares puestos, y me devolvió la mirada. No se escondió. La sostuve un par de segundos y la esquivé. Miré hacia el cristal, pensando que era un momento íntimo que no tenía derecho a usurpar.

Se enjugó las lágrimas un poco, sin brusquedad, con el puño de su jersey, que sobresalía de la manga de su abrigo. Una gruesa bufanda de tonos rosas con dibujos blancos le caía despreocupadamente desde el cuello hasta por debajo de las rodillas. Parecía querer ir al suelo, pero a ella no le importaba. Unos minutos después, seguía preguntándome la razón de su pesar. Se bajó antes que yo. Y la sensación de despreocupación por todo, salvo por lo que la hacía llorar; fue más notoria, pues la mujer que iba a su lado le colocó su bufanda sobre su hombro derecho, al estar a punto de pisarla o de arrastrarla.

La segunda, en el hospital. Unos 60 años, 1'80 y pico de altura, 110 kg. No te imaginas que vaya a romper a llorar un hombre así. Pero así fue. También de repente. La familia a veces consiga que lloremos. Un disgusto grave con su hijo, el pequeño y el único varón. Una situación difícil en el trabajo: no tiene a nadie que le ayude con las ovejas y, estando en el hospital, nadie las está cuidando bien Y un médico que se interesa por su bienestar.

El control de su diabetes había sido deficiente estos meses. Al preguntarle el doctor si algo le ha preocupado, reconoce que sí. El hombre duda. El doctor le pregunta si quiere contárselo y aquel accede. El disgusto del hijo y su situación hace que se desborde. Parece que le da pena que le veamos así, pues se cubre la cara con la mano derecha. Solloza. Conteniéndose. Que esté descalzo le hace parecer más vulnerable. Le han ingresado esta mañana y aún no le han traído zapatillas.

7 comentarios:

Favio dijo...

y no sabemos por donde empezar, nos sentimos como criminales (lo digo por mi al menos) al no poder hacer algo..
me siento impotente y maldigo..


pero al fin y al cabo, el llanto libera no?
duela lo que duela, es para algo mejor..

A. dijo...

Ya, yo tenía ganas de consolar a la chica o, al menos, conseguir que sonriera. Pero no sabes bien cómo en un autobús lleno de gente y con alguien desconocido.

Y, respecto a liberarse, yo creo que sí. Al menos el hombre. Además, al día siguiente volví a verle al pasar visita y, al saber que se iba esa tarde del hospital (el doctor tuvo en cuenta lo de sus ovejas aunque su diabetes esté un poco mal controlada) estaba feliz.

Gracias por dejar tu huella :)

Favio dijo...

lo de la chica es complicado tienes razón, pero no hay miedo justamente por ese factor, porque no te conoce, porque tal vez nunca más la veas..
io siemrpe lo pongo así y me atrevo, tengo más miedo cuando conozco a la persona..
y me alegro muchísimo por el señor, es bueno saber que sonreía luego
:)


PD: por alguna casualidad extraña, yo vivo en Arequipa de toda la vida pero soy de Tacna :P
aunque te diré que detesto a Vargas Llosa como escritor (lo adoro como crítico literario, has leido historia de un deicidio??)
q raras son las casualidades, me extraño bastante cuando lei tu comentario
y gracias man, ojala pueda seguir arrancándole sonrisas a la señorita
:)

Alhy dijo...

Yo soy hipercuidadosa con las personas que me cruzo. Tanto si mantienen una conversación, como si lloran, como si ríen, siempre me mantengo al margen, me refugio en mi mundo para no invadir el suyo. Pero si que es verdad que a veces, alguna imagen o gesto te atrapa, tal vez por inesperado, y quedas enganchad@ a esa otra persona y su historia.

Tanto llorar como reir, son cosas mal vistas si vas sol@, ¿te has dado cuenta? Por diferentes motivos, se trata de emociones que se nos empuja a esconder. Inpresiona mas ver llorar a unas personas que a otras (malditos introyectos) pero tambien tiene mucho que ver con nuestra sensibilidad al dolor. En mi caso, como soy muy emotiva-magdalenil, no me violento o incomodo ante el llanto. Supongo que 8 años de psicologia tienen mucho que ver en eso ;)

Cuanto tiempo sin saber de usted. Espero que su año este acabando bien. Happy holidays!

Post-Xmas Kisses ***

Eloy Domínguez Serén dijo...

También yo he tenido que enfrentarme a esa situación recientemente. En el metro de Barcelona, una guapísima chica de apariencia nórdica se sentó a mi lado con expresión compungida y, en la siguiente parada, rompió a llorar. Siempre llevo pañuelos de papel encima y busqué uno desesperadamente por todas partes, pero el pañuelo no apareció y mi impotencia se hizo más grande al no tener ni idea de qué hacer y/o decir. De hecho, incluso me cuestionaba a mí mismo si era lícito o no el decir y/o hacer algo, ya que eso podría ser una violenta intromisión en su initimidad. Por otra parte, me encantaría poder hacer algo para que se sintiese mejor pero sólo acerté a decirle un tímido "disculpa, ¿te encuentras bien? ¿puedo ayudarte?". Por supuesto, ella dijo que estaba bien con un gesto de la cabeza y ahí se acabó nuestra comunicación. Me sentí realmente impotente las ocho o nueve siguientes paradas, en las que no dejaba de buscar en mi mente la solución mágica a esa situación. Al final, llegó su parada uy se alejó a lo largo del andén entre sollozos. Me sentí bastante mal por aquello, especialmente por la impotencia que me causó el no poder auyudar a un semejante que estaba apenas a unos centímetros de mí.
Por cierto, gracias por pasarte por mi blog y, ya que te ha gustado "¿Teléfono Rojo?..." twe recomiendo fervientemente "In the loop", de la que también he publicado una crítica en mi blog.
Un saludo y feliz año nuevo

A. dijo...

De nada Eloy, gracias a ti por todo el cine de tu blog. Queda leída y anotada Into the loop.

Nos sentimos impotentes porque, de estar en su lugar, supongo que nos gustaría que alguien nos ofreciera un pañuelo. Y nos duele aún más pensar que nadie nos consoloría.

Aunque, insisto, es un poco difícil abordar a un desconocido en esas circunstancias. Incluso a mi primo el otro día no sabía qué decirle o hacerle cuando murió su abuelo, salvo abrazarle.

Alhy, tal vez mal vistas, pero al ser algo en parte íntimo (como apunta Eloy) creo que nos da miedo también romper esa liberación. Pues, a mi modo de ver, llorando uno se libera, se desahoga.

Por cierto, espero que también tuvieras happy holydays y que el año comienze muy bien para todos vosotros, un abrazo!

A. dijo...

(In the loop, que no Into)