martes, 13 de noviembre de 2007

Preguntar para conocer

Otro lado ‘divertido’ de las JEEM (y de cualquier reunión de cierto número de personas antes desconocidas que se precie) es el de los chismorreos. En mi caso, que alguien diga una supuesta intimidad mía a dos personas que conozco desde hace un día y medio  y con las que me llevo bien.

¿Por qué no me preguntan a mí para conocerme o, si creen que me conocen de día y medio, para confirmar o rechazar sus teorías en vez de elucubrar intentando dilucidar entre ellos si soy gay o no? Ya han visto que no muerdo.

Por otra parte, aunque esas personas a las que se dirijan me conozcan más, ¿acaso debe uno presentarse diciendo ‘hola, me llamo tal y soy cual’? Siempre digo que no voy a hacerme una camiseta poniendo lo que me gusta y lo que no. Un gran amigo me dijo que eso es como si, de buenas a primeras, vas diciendo por ahí que el pollo no te gusta con tal cosa o cocinado de tal forma. Y yo le dije, tienes razón.

Es como si tuviéramos que hacernos una ficha al conocernos: ¿alguna enfermedad importante? ¿alguna operación o ingreso hospitalario? ¿alérgico a algún medicamento? ¿a alguna otra cosa? ... ¿color preferido? ¿tendencia sexual?

A medida que nos relacionamos con las personas surgirán cosas que hagan que las conozcamos. Por ejemplo, si alguien, volviendo a la situación anterior, es alérgico al huevo; y varias personas que se conocen de hace un día comen juntas y hay huevo; el alérgico puede que lo diga o puede que no. O puede que alguien le pregunte si no le gusta el huevo al ver que no se lo come. Y entonces conozcan su alergia al huevo.

Así pues, el conocimiento nace de la experiencia. Seguro que algún filósofo lo dijo ya hace mucho tiempo.

Que los ‘conocidos recientes’ pregunten algo no me importa, lo que me importa es que no me pregunten a mí. ¿Quién mejor que uno mismo para resolver cuestiones como ésta?

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